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La semana pasada fui a ver a Lila Downs en concierto en el teatro Gran Rex. Era su segundo concierto en la Argentina del tour Pecados y Milagros. Fue una buena oportunidad para darse el consabido baño de mexicanidad después de mudarme de una punta del continente a la otra sin hacer escala en mi tierra natal. Mi “mariado”, anticipando que la inmensa nostalgia podía invadir mi pensamiento, compró boletos. Soy fan de la Downs desde que escuché su versión de La Llorona hace ya varios años en Oaxaca. Entonces Downs manejaba un look diferente al que tiene ahora, una presentación disque auténtica pero estilizada que no estaría fuera de lugar con otras tehuanas del Viva México! de Sergei Eisenstein.
En años recientes, para desmayo de algunas en los blogs feministas gringos, la Downs se depiló la ceja, hizo abdominales y se puso uñas de acrílico, es decir se volvió menos Authentic Mexican™ y más Lupe Vélez. Lo que yo vi en este concierto fue a toda una estrella de la música popular, variante folklórica nacionalista y/o pan-latinoamericana. Obviamente este fenómeno sería un desperdicio si no viniera acompañado de una magnífica voz y un show muy bien montado, tanto en el aspecto teatral como en el musical.
He escuchado comentarios de algunos conocidos a quienes les parecen estereotípicas ciertas posturas políticas y usos de la cultura mexicana que hace Downs. Lo cual es cierto, a veces cuando ella (u otros artistas) hacen pronunciamientos parecen estudiantes poco destacados del primer año de las escuelas del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) o de algún programa gringo de estudios de la mujer. A mí me parecen respetables sus opiniones, pero igualmente también me conmovió cuando en 1994 Ofelia Medina, la Frida Kahlo original en el cine, hizo un performance en Coyoacán demandando paz y justicia para Chia- paz y justicia para Chia-paz. Así que tómenlo de quién viene.
En fin, el caso es que el mole oaxaqueño vende en el exterior. El repertorio de este concierto me pareció menos variado que en otras ocasiones que la he visto. No cantó material incluido sus primeros discos en los que experimenta con arreglos de jazz y letras en lenguas indígenas. Es probable que ese tipo de música no funcione muy bien con el concepto del show que presentó Downs en esta ocasión. También hay cosas que parecen ser gustos adquiridos, como por ejemplo la canción “La Reina del Inframundo” inspirada en la música de banda norteña que dejó a más de uno rascándose la cabeza. Eso que sería lo más alineado con la cultura popular mexicana del momento es, francamente, lo menos exportable. Me gusta la mezcla que hace Lila Downs de la onda progresista con la época de oro del cine mexicano. Me imaginé que en cualquier momento Rubén Albarrán de Café Tacuba subiría al escenario vestido de Pedro Armendariz (versión punk) en una trajinera y se besaría apasionadamente con la Downs escenificando una nueva versión de María Candelaria.
Lamentablemente eso no pasó, pero en su lugar se presentaron otras estrellas de la música popular latinoamericana: Kevin Johansen y Chango Spasiuk… ah sí, e Illya Kuryaki and the Valderramas. Downs y Johansen cantaron un tema llamado Vuelve a la Tierra (no es tan difícil vivir aquí) que es sobre alguien que anda un poco desubicado en la vida. El título parece una adaptación de la frase “down to earth” que se refiere a alguien genuino y cercano al pueblo. Tanto Downs como Johansen son habitantes del Planeta Latino (al que parece quisieran pertenecer los Illya Kuryaki) que es aquel de los nacidos en Estados Unidos que mantienen fuertes lazos culturales con América Latina. Ni que aquí ni de allá, como dijo la India María. Supongo que todavía quedan aquellos que sospechan de estas diásporas transnacionales y predican que de ninguna manera, por ejemplo, los méxico-americanos son auténticamente mexicanos o locuras así. Y es que el culto a lo “genuino” es difícil de erradicar. En este tour, la Downs les pide a miembros del público que suban al escenario y relaten un milagro que les ha ocurrido o un pecado que han cometido. En el Gran Rex habló una mujer que confesó que su pecado era haberle “robado su cultura” a Lila Downs. No especificó a qué aspectos de la cultura mixteca, oaxaqueña, mexicana o estadounidense se refería. Mientras tanto, yo y mis acompañantes observábamos perplejos a la gente que insistía en sentarse los pasillos y escaleras del teatro y se ofendía si los acomodadores les indicaban que regresaran a su lugar. Ese sí que es un genuino homenaje a mi cultura. Un poco menos de mexicanidad por favor.